jueves, 24 de octubre de 2013

Presentación virtual JET LAG de Ari Volovich






Editorial MOHO
Luis Muñoz y Ari Volovich


L.M. Oliveira —escritor y profesor de ética. Autor
de La fragilidad del campamento (Almadía) y Bloody mary
(Mondadori).
 Ari Volovich, —autor del libro JET LAG y coautor, junto con el monero Jis, de Blasfemias ilustradas (Tusquets 2011).

LECTURA:
*
“La madre naturaleza no es más que una infanticida que goza de muy buena prensa la conciencia ecológica es el macro del síndrome de Estocolmo.”
*
“Salomón era el auténtico rey de los buscapiés, y me gustaría ver quien se atreve a refutar semejante sentencia.”

CONVERSACIÓN:

Lo primero que me gustaría preguntar, o poner en la mesa para abrir boca es, Ari: ¿qué encontramos en tu libro? ¿son crónicas, reportajes, cuentos?

Mayoritariamente son crónicas, algunos podemos encasillarlos en relatos… hay dos cuentos en el libro (así como podemos trazar en cuanto a género) y un reportaje. Un reportaje que tiene más que ver con pintar un panorama hiperrealista de lo que es el Medio Oriente.

Después de algunas crónicas metes este reportaje donde hablas de las mujeres suicidas, ¿por qué?

Pues porque creo que de por sí es perturbador saber que existe gente que está dispuesta a entregar su vida por una causa (sea cual sea la causa) pero, cuando lo pones en el ámbito femenino, adquiere una connotación mucho más impactante para el público y te habla de una situación exasperante. Digo, no estoy justificando en lo absoluto ni el terrorismo de Estado ni el terrorismo “asimétrico” o como le quieras llamar. Pero pienso que esta crónica, este reportaje, es muy representativo de la exasperación que existe en Medio Oriente. Sobre todo porque, te decía, son mujeres, y eso siempre va a impactar más por todos los estereotipos que conlleva la feminidad: el traer vida y demás. Y no sólo es un recuento del Medio Oriente.

Es cierto, también hablas de Chechenia

De Chechenia, de “Las viudas negras”; es un recorrido incluso por los Tamiles, de Sri Lanka. Pensé que pudiera ser un retrato bastante fidedigno: darle una idea al lector de qué parte, de qué región estamos hablando. Aunque, otra vez, esto se amplía un poquito.

Entonces déjame detenerte ahí Ari, y decirles que en el libro, en JET LAG, se van a encontrar, crónicas, relatos y algún reportaje (yo los reto a que encuentren cuáles son los cuentos) que van desde un tanquero practicando hasta una botarga del Dr. Simi. Ese es el gran espectro que cubre este libro que va de Israel, vuelve a México, va a Israel, con una maestría bastante notable.




Ari, me gustaría que nos hablaras un poco justo de esa crónica del tanquero a la que me refiero, que se llama DICIEMBRE DE 1993. Un poco de la experiencia de cómo era eso de estar, no en el frente, pero sí en el ejército moviendo grasa y esas maquinotas.

Lo que pasa es que en Israel te educan desde muy pequeño. Imagínate que en el kínder te preguntan, en lugar de qué quieres ser cuando seas grande, qué vas a hacer cuando estés en el ejército. Este lavado de cerebro está desde la primera bocanada de oxígeno, y uno no se da cuenta hasta un poco más tarde. Si me regresaras en el tiempo no iría al ejército ni de broma.

Mis padres se habían vuelto, cuando yo tenía 16  años, a México, y yo como que siempre tenía la idea de que tenía que volver, y esto aún viniendo de una familia de izquierda extrema, en contra de la ocupación. Hay muchas contradicciones, pero yo tenía 18 años y básicamente quería impresionar a las chicas. Como cualquier israelí a esa edad: te vas al comando o de tanquero, y gran parte lo usas un poco para eso, no tanto por una cuestión ideológica. De hecho, mi parte ideológica iba en contra de todo eso. Pero bueno, pues llego y a los 18 años uno no sabe una chingada, se puede decir, y de pronto estoy ahí en medio del desierto del Neguev, que es en el sur de Israel.
Hay como varios filtros en el ejército cuando entras: vas a la base general y ahí te escogen y te distribuyen; hacia qué vas o a qué pelotón perteneces. Bueno, pues me tocó ser tanquero por mala fortuna. Mi experiencia duró un año, y fue una experiencia a la que en retrospectiva le rescato muchas cosas. La gente, por ejemplo en México, me pregunta ¿no fue demasiado duro?, y viene otra vez lo otro: estás tan acostumbrado desde chico a ver rifles por todas partes, o sea una sociedad sumamente armada, armada hasta los dientes, a ver a un soldado como un ciudadano, que no te cuestionas tanto de eso.  Nada más hoy en día me cuestiono y digo, claro, pues es que no es nada normal que un niño de 18 años esté jugando con tanques, ¿me explico? La experiencia, en ese sentido, apenas ahora la estoy percibiendo como algo quizá más fuerte, pero en su momento era algo por lo que tenía que pasar como un ciudadano de un país que te exige ser parte de esa maquinaria.

El lector no se va a encontrar en JET LAG, y eso se agradece muchísimo, una comparación constante entre la vida en México y la vida en Israel. Eso sería desafortunado, y creo que Ari y el editor son conscientes de eso y por supuesto no hay tal cosa. Las crónicas que van a toparse en México son completamente distintas, no en prosa, no en estilo, son distintas en tema, en los sujetos que aborda.
Les decía: JET LAG va desde un tanquero hasta una botarga, entonces los voy a llevar hasta el final del libro para que Ari nos hable un poco de esa experiencia de estar metido en una botarga del Dr. Simi.

Pues sí, desde una crónica al estilo del periodismo Gonzo; fui el Hunter Thompson de la Nápoles. Pero, ¿cuáles son las diferencias, quieres saber?

No, quiero saber qué se siente estar dentro de una botarga del Dr. Simi

Extrañaba los tanques, por ejemplo. (risas) Es muy parecido, incluso, nada más que un poco más humillante porque no hay ideología detrás, o bueno sí, una ideología comercial. ¿Qué se siente ser una botarga del Dr. Simi? Yo creo que esa pregunta la contesta mejor la crónica que yo.

Obviamente no le voy a preguntar a Ari si es de México o si es de Israel, porque eso en las mismas crónicas queda clarísimo: no es de ningún lado. Creo que ese es un tema que tenemos que abordar sin duda, el desarraigo, el sentirse quizá un intruso en los dos sitios. Ari es intruso, bueno, al menos eso dejan ver las crónicas, en Israel y en México; empecemos por el desarraigo.

Pues yo creo que mucho tiene que ver con este zangoloteo transatlántico eterno entre Israel y México, porque he venido muchas veces, desde muy chico. Incluso por eso no puedes detectar mucha diferencia en el, bueno… en estilo claramente no. No fue la intención hacer una comparación porque eso fue tan rápido que generó un desfase, de ahí el JET LAG, es un JET LAG existencial. Yo lo pongo de cierta forma: por ejemplo, la noción de nacionalismo, que queda muy clara en la sociedad israelí y en la mexicana también, es completamente distinta, pero el sentimiento es básicamente el mismo. A altura crucero, esas cosas se ven tan, pero tan ridículas. Cuando tú ya estás pasando de un lugar para otro y cada quien tiene la verdad te das cuenta que nadie la tiene. De ahí viene un poco el desapego en cuanto a cuestiones nacionalistas, políticas y demás; y el desarraigo.

Ni siquiera llegas a ser antinacionalista.

Pensé mucho tiempo que era antinacionalista. Algunas personas me decían anti-sionista, lo cual no soy per se. Me considero más antinacionalista porque, entonces, a eso hay que llamarle un derecho de antigüedad. Las naciones se crearon iguales, o sea, de la misma forma casi todas, entonces me parece injusto tener una tendencia tan clara hacia una nación específica. Es una especie de desinterés premeditado, ya labrado después de mucho tiempo de hartazgo, de hastío de encontrarte con estas contradicciones todo el tiempo. No sé si quiera si es un desinterés, o simplemente hartazgo.

Me sorprende eso en las crónicas. Yo no veo pesimismo, veo algo que está más allá del pesimismo, quizás este hartazgo del que hablas. Un pesimismo no solamente frente a la vida en general, sino sin duda alguna, creo que tu postura frente al conflicto político-militar que hay en Medio Oriente es de pesimismo. Es más, peor que pesimismo, no ves solución posible. Estás convencido de que no hay solución y así haz decidido vivir bajo la luz o la sombra (no sé qué sea) de ser consciente de que no tiene ninguna solución.

Había mucho pesimismo en su momento, hoy es más distanciamiento, y esto tiene mucho que ver con esta condición de intruso, desarraigo y demás, que se ha ido acentuando con los años. Hoy por hoy más allá de que no veo una solución al conflicto Israelí-Árabe, siento que la vida es demasiado corta como para desperdiciarla pensando en eso. Yo no me considero un ciudadano, digo, suena a un cliché, pero no me considero ni de aquí ni de allá. Gran parte de mi trayectoria profesional como periodista la dediqué al Medio Oriente pero luego justamente dije, esto ya no me corresponde, no puede afectarme de tal forma porque ya ni siquiera me siento apegado.
La última vez que volví a Israel que fue en el 2010, para el cumpleaños de mi abuela, y nada que ver. Es decir, yo siempre que iba a Israel llegaba y sentía que llegaba a casa de alguna u otra forma, desde un olor hasta un sabor, o hasta ver amigos o lo que quieras. Y esta vez que fui fue por escalas, (Charles de Gaulle, Barajas, Israel) cuando llegué a Ben Gurión que es el aeropuerto de Tel Aviv de la periferia, no sentí absolutamente nada; sentía que estaba llegando a otro aeropuerto. Esto lo digo para ponerte un ejemplo de que hoy en día me siento muy alejado del tema. Es claro que no veo ninguna solución, deja de importarme un poco hoy en día, no me preocupa tanto.
Yo no veo una paz factible y sobre todo porque el pueblo se ha vuelto más fascista en los últimos años. Desde este incidente, que menciono en el libro, porque estuve ahí el día mataron a Rabin. Pareciera que no, pero dependía de una persona. Gran parte del peso estaba en una persona, y ese tipo logró su cometido al matarlo. Nunca antes habíamos percibido una paz factible, fuera de escepticismos en la región, mas que en ese momento. De ahí en adelante, todo se vino para abajo.

¿Cuando volviste, te sentiste intruso en Israel?

Sí, creo que ya llevo mucho tiempo con ese sentimiento; no sólo en Israel, también en México. Pero eso creo que se siente mucho en el libro, en la narrativa justamente, en la distancia que toma el protagonista, que es un anti-protagonista en realidad ¿no? Es una cámara, eso es lo que te da un poco la condición de intruso. Es una especie de objetividad o frialdad si quieres, y la frialdad te lleva a la objetividad. Tú agarras y acabas documentando lo que está sucediendo, pero no acabas enterándote del todo en la historia, aunque lo estés.

Hablemos, Ari, un poco, de una crónica en específico que me parece (bueno todas en general muy llamativas, con unos detalles bastante bien llevados) pero aquella que se llama EL VALLE DE LOS GRITOS. Cuéntanos en general para que luego yo te haga preguntas en específico, ¿de qué se trata esa crónica?

Bueno, antes que nada habría que mencionar que cuando saqué esa crónica, a la semana me entero que sale una película que se llama LA NOVIA SIRIA que trata del mismo tema y me enojé muchísimo. Sentí una especie de plagio telepático y le restó creo mucha originalidad, pero bueno, he de confesar aquí ante todos, ante ustedes público, que yo no sabía de la existencia de esa película.
Bueno, entonces qué te cuento, es una historia muy común del Medio Oriente. Es que es un lugar tan estrepitoso, tan violento, de tantas expresiones culturales, religiosas y demás que se presta a fenómenos muy bizarros, como esto, ¿no? Es un valle que, durante la Guerra de los Seis Días, se separó; se trazó una línea en los Altos de Golán y separó a familias drusas. Los drusos son una etnia musulmana que además tiene como parte de su idiosincrasia, religiosa, dogmática, ser fieles al gobierno que esté en turno. Entonces, de pronto, se genera una división de familias en un valle, y en ese valle, por eso, claramente se dan los gritos para comunicarse.
Evidentemente hay internet y demás, pero ya se suele hacer como parte de una especie de folklor. Van con megáfonos y ves ahí a familias enteras haciendo un pick-nic enorme con la familia que está en la plataforma de los cascos azules del lado Sirio, comunicándose.
Yo aquí documenté una boda que sucedió en el Valle de los Gritos, como sucedió en esa maldita película, y recomiendo más mi crónica que la película. Incluso a mí que estuve gran parte de mi vida allá, me parece bizarrísimo, imagínate tú como mexicano, llegar a un santuario de la locura total como ése. Imagínate de pronto presenciar una boda entre dos países enemigos, dos facciones completamente opuestas en cuanto a su situación geopolítica. Pero a la familia no la separa nada.

Es la crónica en la que más intruso te muestras. Incluso el personaje de hecho dice al final de la crónica lo intruso que se siente; “nunca voy a ser de aquí” no lo cito textualmente, pero algo así dice.

En la primera parte del libro (y a mí me parece  también muy acertado que lo hayan dividido en estas dos partes) la primera se llama EL INFIERNO MEDIORIENTAL y la segunda parte se llama OTRA SUCURSAL DEL INFIERNO; los dos infiernos en los que Ari se siente intruso. Entonces todos suponemos que llegará un tercer infierno donde se sentirá como en casa, pero en toda esta primera parte (y eso tiene que ver con eso que decías de este narrador medio cámara que está afuera de las crónicas) los personajes y las mujeres en específico parecen fantasmas. Yo podría decir que es un narrador que no siente amor por absolutamente nadie, y de hecho hay una frase, la única que voy a citar del libro, que es muy buena y me gustaría que dieras un pequeño rodeo frente a esta frase que escribiste en EL VALLE DE LOS GRITOS. Hay una mujer a la que voltea a ver el personaje y de pronto reflexiona: “no ha sido la primera vez que la cultura se ha interpuesto entre quienes han sido potencialmente las mujeres de mi vida y yo.”

No sé, yo creo que no soy tan explícito en cuanto a la cuestión, que más que amorosa, yo creo que va hacia lo carnal, supongo. Igual no lo veo de una manera premeditada pero sí me interesa generar una especie misterio, lo explícito me parece un poco vulgar a veces, y en este caso, si tú lees la crónica, puedes entender que hubo una historia frustrada. No tengo que dar detalles, y es más, los veo innecesarios, los veo como que estorban, y el lector puede generarse él propio su historia amorosa, que existe entre los dos. Por eso mismo creo que no entro demasiado en detalles explícitos.

En todas las crónicas en las que te refieres a una relación amorosa, todas son relaciones pasadas y fracasadas.

¡CORTE! (risas). Más que fracasadas, uso mucho (y ahora que me lo pones, es a botepronto) la figura femenina, atractiva, joven y demás. Lo uso mucho como espejo para mostrar el fracaso, sobre todo. Más allá de que sea porque en una relación pasada existe esta distancia que es más saludable en el sentido en el que se pueden decir las cosas sin tanto rencor y entonces el espejo es un poco más preciso.
No en todas las crónicas, pero en varias (se me ocurren dos por lo menos), esta mujer con la que tuve una historia amorosa y demás me está señalando como el mal camino que yo estoy tomando, entonces es un pretexto narrativo, un recurso.

Hay otra crónica que me gusta mucho: BORRADOR JERUSALÉN, donde hablas de una ONG en la que estás. No sé por qué llegó el personaje, creo que no tenía en donde quedarse, y creo que son catalanes los que fundaron la ONG. Les pides por favor, más bien si us plau, que traigan jamón y queso, entre otras tantas cosas, pero cuéntanos de esa experiencia en esa ONG:

¿Te puedo contar una anécdota de esa ONG? Me invitó un amigo, un corresponsal de guerra, Pasqual Gorriz; seguramente va a estar viendo este video y ojalá que se ría mucho. Esta ONG pro Palestina estaba sobre la calle de Gaza, en Jerusalén, en frente de la casa de Netanyahu cuando no era Primer Ministro. Cuando salíamos, dos veces a la semana por lo menos, nos agarraban los guaruras de Netanyahu a cuestionarnos, simplemente por una cuestión de intimidación. Israel es una democracia como diría, creo que Ehud Barak, muy funcional, pero para los judíos. Tú no te sientes en ningún momento en peligro, entonces yo me reía con ellos y les decía ¿qué vas a hacer? El caso es que bueno, era lidiar con ellos dos o tres veces por semana y caminar por la calle de Gaza. En una de esas, mi amigo ve que un coche tiene una estampa que dice FREE TIBET, (risas), entonces el bato se puso como loco: “¿qué no te jode, cabrón, cómo pueden estos hippies israelíes pedir algo así?”
Una contradicción tras otra, era realmente alucinante esa experiencia. Me quedé ahí por la invitación de Pasqual, y me pareció justamente muy chistoso porque, así como me siento, hoy por hoy al margen —un poco, no del todo— de la situación de Medio Oriente, yo no estaba comprometido ideológicamente con la ONG, yo estaba ahí por una invitación. Casualmente era un espacio donde se trataba el tema palestino, pro-palestino,

Hay una parte de la primera parte del libro, donde hablas de Israel, donde se siente que estás encerrado. Encerrado por un motivo muy trivial: te da miedo volar, y por supuesto para salir de ahí y cruzar primero el Mediterráneo y luego el Atlántico, pues necesitas subirte a un avión, y entonces se siente ese encierro. ¿Era así? ¿Estabas encerrado o es otro recurso narrativo?

Sí, y de hecho me gusta que toques ese tema porque siento que antes me preguntabas de estilo, fuera de cámara y me preguntabas cuáles eran mis influencias y demás. Igual no iría tan lejos o tan específicamente, pero a mí como lector me gusta más alguien que pueda describir un ambiente, más que un cuadro o los acabados de un edificio, y eso es lo que a mí me gusta contar,  describir y dar a entender,

Voy a leer dos aforismos de Ari que me gustan mucho:

“El nacionalismo y la fe pueden llegar a ser conceptos lúdicos, siempre y cuando se suministren en dosis de 90 minutos, de ahí en adelante me parecen fuera de lugar e incluso antideportivos.”

Y el otro que voy a leer es el siguiente:

“A veces quisiera ser como tú, despreocupado y feliz, pero sería muy descarado de mi parte abandonar la inteligencia de esa manera.”

Creo que hay dos partes importantes que no hemos mencionado: una, los aforismos. Yo sé que es un libro más de crónicas, pero sin embargo, los aforismos juegan un papel muy importante ¿cómo vez su papel en este libro?

Yo los calificaría como intermediarios, un poco, para mitigar ciertas crónicas. Creo que ahí la labor de edición fue muy acertada porque acaban siendo un poco puentes, no del todo, pero sí dan un descanso y no están completamente desvinculados con los textos. Siento que le dan un ritmo bastante oxigenado, es un descanso en realidad. Porque de pronto hay crónicas muy.. con una carga, ya sea política, o ideológica (bueno, ideológica de los personajes) muy fuerte, por lo que es del Medio Oriente en general. La gran mayoría son de Medio Oriente y esto le da un espacio para descansar al lector, también, sin desvincularlo del todo.
Creo que ese es un poco el papel del aforismo, por decirle de alguna forma. Me gusta más decirle ocurrencia o blasfemia, como me mencionabas, me parece muy pedante decirle aforismo y tampoco me gustaría que me clasifiquen como un aforista. Si de por sí ser escritor es una especie de autismo, ser un aforista, puta madre, ¿no? Lo que sigue es manejar un taxi, supongo.

Y decirle aforismos al pasajero...

Pues esa podría ser una especie de nuevo servicio.

Ari, el humor está presente no sólo en los aforismos, sino sobre todo en las crónicas. Hay crónicas que cierras de una manera brutal, pero con este humor que igual que forma parte de tu estilo, está más allá del pesimismo. Es un humor que obviamente nos hace sonreír, pero es, no es negro, no sé cómo hablarías tú de este humor.

Qué bueno que lo asocias con el pesimismo, porque yo digo que el humor es lo último que se pierde. La fe la perdí al nacer, y el humor creo que viene mucho de la idiosincrasia judía. Sí lo veo como una especie de humor negro, y sí es como una herramienta para lograr la supervivencia. En cierto sentido, más allá de que la situación política haya sido en gran parte culpa del estado Israelí o lo que sea, pero te estoy hablando desde… no me gusta remontarme al holocausto, porque, puta madre, ya tenemos una industria enorme para hablar al respecto, pero siento que es un recurso judío por excelencia: el humor negro. Algo de eso se me quedó, por más que me quiera disociar completamente del judaísmo algo se me quedó. No lo hago premeditadamente, simplemente es algo que me sale.

Hay una crónica… te quiero preguntar hacia qué tienes en el panorama de la escritura, si es que tienes algo, porque te conozco y a veces eres… no sé cómo eres. Tienes un personaje que se llama Albertico, entonces, Albertico le dice al que está narrando: “Buenos días, Shakespeare.” Le responde él con una sonrisa amplia y protegiendo sus ojos del sol con la mano, “¿cómo va la novela?” Pregunta ensayando un tono burlón y amigable. “Apenas voy empezando”, contesta tu personaje, ¿apenas vas empezando?

Mira, apenas voy empezando en diez años, creo, lo que pasa es que soy muy, muy autocrítico, y cada vez, y cada vez que (perdón, es que Willy me está distrayendo. No es profesional aquí, durante toda esta charla me ha estado distrayendo, no le voy a hacer caso)…
Soy tan autocrítico que para darte un ejemplo llevo 10 cuartillas, las reviso y las bajo a dos, o sea, ahora te digo que mi novela se ha convertido en un haikú sumamente potente.

O sea, ¿tus aforismos son novelas muy cortas?

En realidad llevo como 300 novelas. Lo otro es también que estoy viendo, de verdad, tanta basura en los estantes y sí, soy muy perfeccionista en ese sentido. No me gustaría sacar algo a menos de que sea perfecto, claramente bajo mis parámetros ¿no? El caso es que no, y no tengo la prisa de publicar una novela. Claramente me gustaría incursionar en eso, justamente por lo que me ha dicho mucha gente, que a veces estas crónicas y relatos parecen como principios de novela. Es cierto que tengo un aliento largo, pero otra vez, soy sumamente autocrítico y además, si alguien me becara para escribir una novela bien, pero sino, no es redituable y tú bien lo sabes, es difícil. Uno se tiene que buscar la vida por otro lado.

Ari, viene la Feria de Guadalajara, la FIL, y el país invitado es Israel, presentarás allá tu libro, y entonces, por supuesto que te tengo que preguntar: ¿qué piensas de la literatura de Israel actual?

¿La literatura israelí?

Sí, la literatura israelí, me imagino que están invitando...

El que más me gusta hoy en día es un Palestino que escribe en hebreo, se llama Sayed Kashúa, no tanto por el cómo, sino por el qué. Es muy interesante la crisis de identidad que carga este tipo y me parece muy interesante saber si lo van a invitar para la FIL, que lo dudo mucho.

Ari, publicas en MOHO, cuéntanos un poco tu relación con la editorial, con el editor, etc.

Hablar de MOHO implica automáticamente hablar de Willy (Guillermo Fadanelli), y retomando 14 años atrás, Rogelio Villarreal también. Yo considero que ellos dos en gran parte son los responsables del por qué escribo hoy por hoy, y no es un agradecimiento, es un vil reclamo.
MOHO es una editorial amiga, es una editorial donde me siento muy cómodo, siento que nos representamos, tanto yo a la editorial como la editorial a mí. Por eso es que lo decidí, y bueno, Guillermo aceptó muy gustoso. Una vez que le di el texto me dijo con toda la disposición del mundo “vamos a ver de qué se trata.” Y el libro se hizo hasta eso muy rápido, en cuestión de dos meses creo que ya estaba fuera de la imprenta.

La edición, pero tú tardaste algunos años en hacerlo

Sí, es una compilación de muchos años, pero una vez que sostuve una conversación con Willy al respecto, no pasaron más de tres meses en lo que ya se había publicado el libro. Me impresionó mucho también, otra vez: la labor de edición me pareció estupenda.

Yo creo que hicieron muy buen trabajo, la prosa es muy buena y están muy bien colocados los textos, y eso por supuesto me imagino que no sólo dependió de ti. Y también tengo que hacer una pequeña mención a la introducción que me parece que es muy buena, de Rogelio (Introducción de Rogelio Villareal).

 Por último, Ari, dejé al final la crónica que más me gusta del libro, no sé si tú sientes lo mismo por ella, que es: EL HIJO BASTARDO DE SANTA. De ahí esta tasa que escogí, que es para celebrar esa crónica. Creo que es donde más muestras este sentido de desarraigo y de sentirte intruso, ya no sólo es el país, sino frente a una cultura completamente ajena. Nos situamos en Navidad y tú, o el personaje que narra la historia, nos cuenta cómo se vive la Navidad sin ser católico o cristiano en un país donde se celebra a unos extremos bastante importantes.

Más bien es una crónica que, creo, describe muy bien el sentimiento de otredad. Por ejemplo, en Israel no tienes la crisis de identidad que tiene un judío mexicano porque te consideras como parte de la ciudadanía mayor y entonces una vez que llegas acá y te das cuenta a través del otro que tú no formas parte de la mayoría, te entiendes como judío aunque no quieras serlo, ¿sabes? Entonces esa crónica describe muy bien el sentimiento de desarraigo justamente, pero por una cuestión que tú no estás eligiendo, simplemente está impuesta.
Esa crónica, además, tiene una carga nostálgica; te remonta a la infancia, a lo que no puedes tener. Desde infante, desde chico, te das cuenta de lo que te es prohibido, del fruto prohibido ese que es el árbol de navidad. En este caso, y por esa y muchas razones más que no sé si tenemos tiempo de hablar, sí, también, coincido contigo: es mi crónica favorita del libro.

Bueno, sí me parece que es nostálgica. Además, el personaje termina con casi nada al final de la crónica paseando por la Condesa.
Creo que hemos llegado al final, Ari, te agradezco mucho tus palabras y a mí sólo me queda decirles que JET LAG es un libro que reúne crónicas, reportajes, cuentos, muy bien escritos, muy bien editados y que sin duda los van a dejar con ganas de más Ari Volovich. A ver si nos los da, mientras tanto disfruten este libro de Ari.
Muchas gracias.